Esta es la historia y reflexión de lo que nos pasó a mi hermano y a mí este verano en Wrocław recién bajados del avión.
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Aeropuerto en Wrocław |
Toda historia tiene un comienzo, en este caso agradable y lleno de ilusiones y nervios. Mi hermano y yo viajábamos a Polonia con la intención de quedarnos durante todo el mes de agosto para realizar cursos de diversa índole. En realidad, el destino nos puso juntos en este viaje, ya que en un principio no planeábamos pasar juntos el verano, y mucho menos en Wroc
ław.
El vuelo transcurrió con normalidad: en un vuelo de domingo llevo de españoles y polacos no puedes esperar otra cosa que polacos desesperados por encontrar un lugar para su maleta de mano y españoles perdidos intentando comunicarse en spanglish para solucionar problemas. Vamos, algo muy ameno.
Aterrizamos. Salimos del avión: hace sol y bastante calor. Recogemos las maletas. Todo bien.
Salimos de la moderna terminal y encontramos un taxi. El hombre muy simpático, con el que entablé una agradable conversación durante el camino. Ya estaba en Polonia, me encontraba contenta. Ahora sólo faltaba encontrar mi piso y conocer a la persona con la que iba a vivir durante todo un mes.
De repente, el sol desaparece y comienzan a juntarse unas nubes muy negras sobre la ciudad. Comienza a llover a lo loco. Encontramos la calle, el portal. El taxista decide esperar hasta que amaine un poco la lluvia, pero yo decido bajar, sin importarme que pueda empaparme: quería llegar a casa.
Mi compañera de piso nos esperaba abajo con un paraguas dispuesta a ayudarnos con las maletas. Nuestro apartamento se encontraba en el quinto piso; no, no había ascensor. Decidimos dejar las maletas de mi hermano en el rellano porque la compañera de piso aseguraba que era seguro. Entre mi hermano y yo subimos las maletas al quinto piso y decidimos esperar un poco hasta que la lluvia dejara de ser tan fuerte, para irnos a la residencia de estudiantes donde se alojaría él.
Tras un rato le digo a mi hermano que baje a comprobar que las maletas siguen allí. Baja. Sube. Todo en orden. Antes de salir comprobamos los tranvías y autobuses que nos llevarían hasta la residencia. Nos despedimos de la compañera de piso y bajamos.
No hay ninguna maleta en el rellano. "¿Es una broma?" le pregunto a mi hermano. "¿Dónde las has metido?". Por la reacción de mi hermano entiendo que no existe broma alguna. Sale disparado del edificio, sin saber muy bien adónde ir. Yo empiezo a llamar a la puerta de dos vecinos que viven en el rellano. No saben nada. No han visto nada.
Enfrente de la puerta principal, junto a las escaleras, había una puerta que llevaba a un patio trasero donde todos los vecinos de esa manzana podían aparcar sus coches y tirar la basura en los contenedores. Esa puerta se encontraba abierta. Salí corriendo y pregunté a personas a las que nunca me habría acercado antes: borrachos y gente de mal vivir. Nadie había visto nada.
La desesperación hizo que dejara de preguntar y buscara a mi hermano, que se había ido corriendo a rodear la calle - el ladrón tendría que estar en algún sitio, porque las maletas eran pesadas.
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Komisariat Policji Wrocław-Ołbin |
Encontré a mi hermano y juntos comenzamos a correr por unas calles desconocidas de un barrio, que resultó ser uno de los más conflictivos de la ciudad, según taxistas y policías. Preguntamos a un señor desaliñado, tampoco vio nada, pero nos dijo que más adelante había una estación de policía.
Sin pensarlo dos veces, fuimos a informar a la policía. Entramos, y con mi polaco tembloroso empecé a contar la historia. El agente me miraba con cara de "niña, ¿cómo c**** quieres que te ayudemos?". Empezaron a preguntarme por el valor de lo que llevaban las maletas y de si había algún portátil dentro. Luego me empezaron a preguntar por qué habíamos dejado las maletas en el rellano, que este barrio es peligroso, que a saber dónde estarían ahora, que nos olvidáramos.
Finalmente llamaron al inspector de guardia. Un hombre joven, no muy alto, rapado y regordete. "Ahora empieza la aventura" pensé. "A perder el tiempo mientras los ladrones corren por las calles de Wroc
ław". Nos llevó a su oficina y empezó con las preguntas. Tomó algunas notas y nos dijo que lo único que podían hacer era dar parte del ordenador robado porque tenía un número de serie que se podía meter en una base de datos. Por lo demás no podían hacer nada legalmente.
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Lombard |
También nos informó de todos los
lombard (tiendas de segunda mano dedicadas a aparatos y herramientas en general) de la zona, apuntando en un papel las calles. El plan era ir al día siguiente (lunes) e interesarse por ordenadores en general y una vez que lo encontráramos, informaríamos a la policía.
A parte de eso, teníamos que volver al piso y preguntar a todos los vecinos. Pues eso hicimos. Volvimos al piso y comencé a llamar puerta por puerta y a contar mi historia mil veces, hasta que llegué a una abuelita. Le empecé a contar y me paró en seguida. "Es el drogadicto de arriba, acaba de venir pidiéndome dinero para sus drogas y me ha preguntado si las maletas eran mías, como yo no sabía de qué iba le he dicho que no sabía nada. Estoy segura de que ha sido él". En ese momento dos cosas pasaron por mi cabeza: 1. ¿Drogadicto? y 2. ¿Vamos a su casa a preguntarle?
Decidido: vamos a preguntarle. Por suerte la mujer decidió acompañarnos. Tocamos varias veces, pero no abrió nadie. La mujer llamó al vecino y un hombre salió, como lo hicieron otros vecinos, en calzoncillos y camiseta blanca (?!?!). Le contó la historia, pero el hombre decía que no había visto ni oído nada. En eso baja mi compañera de piso y otra vez a contar la historia.
Acompañamos a la mujer a su casa y tras perder mucho el tiempo hablando con ella, llega el supuesto vecino drogadicto y le "informamos" de la historia de las maletas, por si "sabía" algo. Obviamente no sabía nada.
¿Qué hacer entonces?
A pesar de los nervios y de no poder creer lo que estaba pasando, decidimos volver a la policía e informar de lo que dijo la mujer mayor: había una pista. Además, habíamos conseguido el código de referencia del ordenador.
Volvimos a hablar con el inspector, nos escuchó atentamente y decidió que nos acompañarían al piso y le preguntarían al sospechoso. Mientras esperábamos a la patrulla que se encontraba en otro sitio del barrio, pensamos que tendríamos que ir de compras: mi hermano no tenía ni calcetines para comenzar la semana y su curso.
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Recién llegados al piso |
La patrulla había llegado, así que era el momento de volver al piso. Nos subimos en un coche "normal" con un policía uniformado y el inspector de paisano. Subieron al tercer piso, tocaron el timbre pero "no había nadie en casa". Hablaron con el vecino de los calzoncillos y así corrió la voz en el bloque.
Nosotros tuvimos que volver a la comisaría a escribir la denuncia y a que tomaran mis datos de una manera más formal. A pesar de que el inspector apreció mi buen nivel de polaco, decidió escribir él la denuncia. De todas formas el proceso llevó cierto tiempo, eran las 19.00 y nos dimos cuenta de que todavía no habíamos comido desde la hora del almuerzo. Todavía teníamos que ir a comprar cosas básicas para mi hermano y cambiar algo de dinero.
Al acabar, nos dirigimos hacia un centro comercial que recordaba de mi última visita a la ciudad. A medio camino comenzó a llover y unos minutos más tarde recibo una llamada: mi compañera de piso me dice que el "drogadicto" había ido a visitarnos a casa y le dio un papel que decía "$50" acompañado de gestos que parecían describir maletas. ¡Nos estaba pidiendo un rescate!
Allí estábamos nosotros, a medio camino del centro comercial, bajo la lluvia, tratando de hacer lo correcto. ¿Nos estaría timando? ¿y si le dábamos dinero y no nos devolvía las maletas? ¿deberíamos ir antes a comprar algo por si acaso? ¿deberíamos ir antes a la policía?...
Decisión: ir a cambiar dinero y volver a casa y aceptar el rescate.
Al llegar a casa, mi compañera me explicó de nuevo qué pasó y en unos minutos el tío estaba allí intentándonos vender la historia de que conocía a los "hombres malos" que tenían las maletas. Que necesitaban dinero. Por supuesto no le di 50€, le di algo menos con la condición de que cuando nos devolviera las maletas le daríamos algo más. Cuando ció los euros se le iluminó la cara así que aceptó muy feliz y nos dijo que esperáramos en casa, que vendría en 15 minutos.
Yo no me quería quedar en casa, así que salí y me asomé a la ventana que daba al patio interior - lo vi irse por una puerta. Bajé hasta su piso para evitar que se metiera en su casa y pasara de nosotros. Ya era tarde y no podíamos ir a comprar nada: tenía que devolvernos las maletas.
Las luces de la escalera se encendieron, nosotros esperábamos sentados en los escalones. El vecino nos vio y nos dijo que tenía que volver a irse. Se metió en su casa, se cambió de ropa y nos dijo que volvería en 10 minutos, que nos fuéramos a casa y que no llamáramos a la policía.
Ya estábamos muy cansados, hambrientos, tristes y al día siguiente teníamos que empezar nuestros cursos. Todavía no habíamos ido a la residencia... y parecía que no íbamos a conseguir nada.
Finalmente decidimos meternos en casa para que pudiera sacar las maletas de su casa tranquilo. A los 10 minutos teníamos las maletas allí: la grande estaba rota, la ropa revuelta. No lo podíamos creer, el ordenador también estaba (entonces para qué c**** robó nada). La verdad es que faltaban algunas cosas (perfumes y una sudadero de buena calidad).
A continuación nos dirigimos a la residencia para informar de que mi hermano había llegado, pero volvió a mi casa para pasar la noche: a las 23.00 nos comíamos la comida-merienda-cena.
La aventura continúa con la compra de una nueva maleta y con el cambio de piso - no queríamos vivir ni en ese piso ni en ese barrio.
Moraleja: no dejéis las maletas solas :) / Sé valiente / Aprende idiomas, nunca sabes cuándo te harán falta.
Agradecimientos:
Gracias al simpático inspector de policía por sus consejos y por su ayuda: intentó solventar el problema.
Gracias a mi hermano, por ser valiente y guardar la compostura.
Gracias a la vecina, que también fue de gran ayuda.
Gracias a mi compañera de piso, por ser valiente al abrirle la puerta de casa al ladrón.
Gracias a mi familia y a mi chico por ser pacientes y ayudarnos en todo lo que necesitamos.